Me vendías equilibrio por cuatro duros, yo te daba el doble a pagar. Entre las cuerdas, no nos intentábamos escapar. Acumulé tus espinas, no me las puedo quitar:
Bebí de tu independencia, me dejé llevar. Probré tus altos vuelos, tus copas de más. Saqué a pasear a Miranda, aquella tarde que no dejaba de nevar. Tú dormías unas calles más allá. Tranquilo, palpitante. Excitante. Guapo. Templado e imperdonable. Sediento, insaciable. Olvidando los ojos azules, las formas de rozar. Las ganas explosivas, el arte de matar. La incalculable cifra de maniobras de escapismo. Del amor a ti mismo. Y gritando te susurré: levántate a engañarme, hoy necesito acostarme sabiendo la verdad.
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